martes, 10 de junio de 2014

ALEJO VIDAL-QUADRAS (07-06-2014)

Ante el estancamiento de la economía europea y el peligro de deflación, Mario Draghi ha sacado el cañón Berta y ha disparado una salva de proyectiles de grueso calibre. Las medidas que ha anunciado pertenecen al repertorio clásico, pero lo que el Banco de Inglaterra o en la Reserva Federal son prácticas dentro de su tradición y sus competencias, en el Banco Central Europeo, entidad emisora diseñada con el Bundesbank como referente, provoca una cierta conmoción. Hasta ahora, el simple recurso a las expectativas afirmando que se hará “todo lo necesario” para garantizar la solidez del euro, había bastado para domesticar a los fieros mercados, pero la persistencia de la calma chicha sin visos de viento en las predicciones ha activado acciones contundentes. Esta reacción del BCE ha causado general satisfacción, salvo en los ahorradores, e incluso el ama dominante de Berlín se ha abstenido de mostrar irritación, limitándose a fruncir ligeramente el ceño.
Sin embargo, el problema de fondo subsiste. Las inyecciones condicionadas de liquidez para facilitar el crédito a PYMES y hogares o el castigo a la inmovilización del dinero por parte de las entidades financieras están muy bien, pero sin reformas estructurales y sin contención del gasto público improductivo seguiremos en las mismas y el alivio temporal proporcionado desde Frankfurt será el equivalente al analgésico, que mitiga el dolor sin atacar las raíces de la enfermedad. Si los Gobiernos del sur de Europa no se deciden de una vez a explicar a sus ciudadanos que han de aceptar un período de sacrificios para ganar competitividad, a simplificar y adelgazar sus Administraciones y a poner en marcha una batería de liberalizaciones, la recesión desaparecerá, pero la crisis continuará instalada en nuestras vidas.
En el caso español, el regreso de la prima de riesgo a niveles tolerables ha de ser bienvenido, aunque si sólo sirve para animar al Gobierno a seguir la senda fácil del endeudamiento creciente, lo que tendremos es pan para hoy y serias dificultades para mañana. Ni nuestro mercado laboral ni nuestro modelo educativo ni nuestro sistema tributario ni nuestra estructura territorial con su multiplicidad de barreras a la libre circulación de los factores de producción entre Comunidades Autónomas, son aptos para permitir un crecimiento suficiente que conduzca a una creación neta de empleo al ritmo deseado.
Si a estas deficiencias básicas, se añaden la inestabilidad políticacreada por la abdicación del Rey, la proximidad de la fecha fatídica del 9 de noviembre, la emergencia de la extrema izquierda de corte bolivariano y el caos interno del PSOE, el panorama que se dibuja a medio plazo no es precisamente estimulante. Por tanto, es indispensable insistir en las ideas correctas frente a la ola de fanatismo, populismo y resentimiento que nos invade. Es verdad que después de la tormenta siempre sale el sol, pero sería deseable que cuando se levante de nuevo en el cielo no ilumine un paisaje arrasado de cauces secos, árboles caídos y ruinas calcinadas. Nuestra historia ha conocido ya las reconstrucciones traumáticas y parece mentira que hayamos aprendido tan poco de un pasado que en vez de ser fuentes de rencores, debería proporcionarnos una guía segura hacia el futuro.